Recorrido visual por el mayor centro mundial de copias de pinturas, ubicado en un suburbio de Shenzhen donde unos 10.000 pintores producen réplicas de obras maestras, que abastecen la mayor parte del consumo global de estos productos.
Voluminosos contenedores parten a diario de Dafen Oil Painting Village –la ciudad de los copistas–, cargados de réplicas Hand Made in China producidas manualmente al óleo por una vasta comunidad de pintores. Pinturas baratas, copias de obras icónicas que levantan y transforman barrios enteros, y que hablan de China y las aceleradas reformas de las últimas décadas post-Mao. Y hablan de las complejidades que ocurren en el mundo. Un escenario producto del consumo bienes simbólicos y objetos kitsch –copias degradadas escenificadas en las mercancías que inundan los mercados globales– que se correlacionan con la sociedad, sus gustos y sentimentalismos. Un gabinete de curiosidades paradigma de hibridez cultural, acopio heterogéneo que desterritorialita los imaginarios, debido a que los mensajes coexisten, se yuxtaponen y se redistribuyen. Apropiación, sincretismo y producción de símbolos de la alta cultura popularizados, resultado de fenómenos que se configuran bajo un modelo globalizador. Remedos de iconos que no representan lo local, sino que hacen uso del capital cultural como un recurso: un stock siempre disponible, que nos remite al low-cost y lo masivo.
El foco copista de Dafen es una reconfiguración de la cultura sesgada por su propia condición, en cuya cartografía alternativa de réplicas icónicas, la Mona Lisa es best seller; las imágenes artísticas son iteradas y reclasificadas bajo categorías comunes que operan un borrado de la noción de estilos. Es una semiosfera que hace tabula rasa –cero semiótico–, para crear una taxonomía propia de la historia del arte, por la similitud formal: pinturas de paisaje, gente europea, flores, retratos, abstracto, antiguo o masterpiece.
La emergencia de Dafen está ligada a la intensa transformación de China de las últimas tres décadas; la densa urbe de Shenzhen, localizada 30 km al norte de Hong Kong, pasó de ser un área pesquera a insertarse en los mercados globales, simbolizando un caso exitoso de las cuatro primeras Zonas Económicas Especiales (ZEE) de China. Entre los factores socioeconómicos que han favorecido a esta creciente industria, la promoción de la cultura juega un papel importante en las políticas de apertura y desarrollo, apuntalada por las políticas del gobierno chino y el impulso a las industrias culturales. Desde esta perspectiva se ha presentando la eclosión de un modelo cultural sobre este próspero negocio de la pintura comercial de réplicas de obras canónicas, frente a la censura de los medios internacionales que desaprueban la sistemática falta de control sobre los derechos de autor en estas mercancías. El desarrollo acelerado de los sectores ligados a las industrias creativas y la amplitud de miras, tienen la particularidad de encarnar dos modelos que se retroalimentan; centros de arte contemporáneo como el 798 de Pekín, y la ciudad de los pintores de Dafen –como una duplicación en versión bajo coste– representan dos escaparates del “milagro” cultural y económico de China, convertida en megapotencia a nivel mundial.
Entre la propaganda política y la información mediática, surgen paradojas inherentes a la problemática ambigüedad de significados de la creatividad y la originalidad, relacionadas con el arte y los objetos de consumo: la producción de la pintura como singularidad, es forzada hasta su límite conceptual. Multitud de pintores llegan a Dafen en busca de oportunidades, afanándose en ser considerados artistas, aunque se definan como pintores-trabajadores, tachados de miméticos, y sus pinturas sean réplicas dirigidas a un consumo masivo, en el que la “manualidad” de la pintura es un valor añadido, que desde su especificidad, las distingue del restante universo de reproducciones mecánicas. Artículos y reseñas constatan el modo progresivo en el que esta localidad ha irrumpido como un fenómeno mediático, adquiriendo una creciente visibilidad que ha resultado en la espectacularización de Dafen y sus pintores, representados por las imágenes en las que aparentan vivir la “ficción” realista de una existencia enajenada “del arte”. Su imagen especular y las narrativas que genera, alimentan el imaginario de la factoría china de la copia en el constructo cultural de Occidente.